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Conceptos básicos

“Una emoción es un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen innato, influidos por la experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a lo que nos rodea.” (Web psicoactiva, 2015).

Las emociones son reacciones del sistema nervioso que motivan a determinada acción de acuerdo al estímulo percibido. Es decir que, las emociones son inmediatas y de corta duración. En cambio, los sentimientos son estados afectivos más duraderos y estables que surgen de los pensamientos, más que de un estímulo en concreto.

Cada emoción tiene una función y cada una prepara al organismo para distintos tipos de respuesta. Pero en general funcionan como mecanismos de supervivencia y adaptación. Por ejemplo, el miedo provoca un estado de alerta general que nos prepara para actuar de alguna manera ante una amenaza.

Por otro lado, no se puede considerar que existen emociones positivas y/o negativas, aunque algunas de ellas puedan resultarnos poco gratificantes o incómodas de experimentar. Por ejemplo, la tristeza nos ayuda a adaptarnos a pérdidas significativas en nuestra vida (tanto afectivas como materiales). La tristeza produce una necesidad de aislamiento introspectivo, reflexivo, lo cual crea un momento de comprensión de los efectos o consecuencias que dicha pérdida haya podido provocar en la vida de la persona, para luego, poco a poco poder ir recuperando la energía y restablecer el ritmo acostumbrado.

Las emociones son reacciones del sistema nervioso que motivan a determinada acción de acuerdo al estímulo percibido. Es decir que, las emociones son inmediatas y de corta duración. En cambio, los sentimientos son estados afectivos más duraderos y estables que surgen de los pensamientos, más que de un estímulo en concreto.
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Respecto de las emociones secundarias, la diferencia con las básicas, es que son sociales, es decir que son aprendidas a lo largo de la vida y en interacción con la sociedad en la que vivimos: culpa, celos, resignación, angustia, incertidumbre, indignación, soledad, odio.

A partir de estos tópicos, podemos traer a colación el concepto de inteligencia emocional, la cual se considera como la capacidad de percibir, observar, entender y manejar las emociones en nosotros/as mismos/as y también en los demás. Saber reconocer las emociones nos permite escucharlas y aprender. Saber gestionarlas nos permite actuar de forma inteligente en cada situación, atendiendo a las emociones pero también al razonamiento:  

“…la inteligencia emocional consiste en la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones…” (Salovey & Mayer, 1990).

La familia como primer contexto de socialización.