Introducción
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad autoinmune, inflamatoria y crónica que afecta al sistema nervioso central, incluyendo el cerebro, la médula espinal y los nervios ópticos.1 Se caracteriza por síntomas como fatiga, problemas de movilidad, alteraciones visuales y deterioro cognitivo,2 por lo que la EM puede afectar significativamente la vida diaria.2 Cada persona experimenta la EM de manera diferente, pero su naturaleza impredecible es un factor común que puede interrumpir los planes personales, el empleo y las interacciones sociales, llevando a desafíos tanto físicos como emocionales.
Las investigaciones emergentes sugieren que, aunque no hay cura para la EM, los factores relacionados con el estilo de vida, especialmente la nutrición3 y el ejercicio4, juegan un papel crucial en el manejo de la enfermedad.
La idea de que la dieta puede influir en la progresión y los síntomas de la EM se basa en comprender cómo ciertos alimentos pueden afectar el sistema inmunológico y los niveles de inflamación en el cuerpo.3 Por ejemplo, los alimentos ricos en propiedades antiinflamatorias y nutrientes esenciales podrían ayudar a mitigar algunas de las respuestas inflamatorias asociadas con los brotes de EM.3 Por el contrario, las dietas altas en grasas saturadas y alimentos procesados podrían exacerbar la inflamación, empeorando potencialmente los síntomas de la EM.3
EM y su estrecha relación con la inflamación
Las causas de la EM son complejas y multifactoriales.3 Además de factores genéticos, hoy en día sabemos que hay varios factores ambientales que juegan un rol en el desarrollo de la enfermedad, tales como infecciones virales, fumar tabaco, bajos niveles de vitamina D, baja exposición solar, la obesidad y los hábitos dietarios.3
Estos factores ambientales no sólo afectan el desarrollo de la esclerosis múltiple, sino también el curso y la progresión de la enfermedad, al favorecer un estado proinflamatorio del cuerpo.3 Por otro lado, el ejercicio físico y una dieta saludable parecen tener un efecto antiinflamatorio que mejora el curso de la enfermedad.3,4
La inflamación es un aspecto fundamental de la esclerosis múltiple.1,5 La inflamación es una respuesta natural del cuerpo a lesiones o infecciones, pero en la EM, el sistema inmunológico ataca por error a las células sanas del sistema nervioso central, causando inflamación aguda y crónica, llevando a la desmielinización y daño axonal en cerebro y médula espinal.3,5
Se ha demostrado que ciertos alimentos pueden influir en la inflamación en el cuerpo.3 Por ejemplo, una dieta rica en grasas saturadas, azúcares refinados y alimentos ultra procesados puede aumentar la inflamación.3 Por otro lado, una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables puede tener efectos antiinflamatorios.3
Potenciales Beneficios de la Dieta en el manejo de la Esclerosis Múltiple
La dieta es un factor ambiental modificable, es decir, podemos tomar acción y ayudar a disminuir los síntomas y progresión de la enfermedad a través de la dieta.5
Una dieta saludable y variada puede tener un efecto positivo en tu EM por varias razones:
Alcanzar y mantener un peso saludable se asocia con un menor riesgo de actividad de la EM (como rebrotes, recaídas o lesiones en RMN) y menor discapacidad relacionada.3
La dieta tiene una relación directa con el peso corporal y los factores de riesgo cardiovasculares (presión arterial alta, colesterol elevado y diabetes), los cuales se asocian a mayores niveles de actividad en EM.3
Lo que comemos influye y condiciona la composición de las bacterias intestinales conocidas como microbiota. La microbiota tiene efectos importantes sobre el sistema inmune.3
Los metabolitos dietéticos como las vitaminas, los ácidos grasos y los aminoácidos que forman proteínas, ejercen efectos directos sobre el sistema inmunológico y el cerebro.3
¿Qué alimentos debo priorizar?
No hay una dieta específica para la esclerosis múltiple que sea válida y efectiva para todas las personas con EM. El objetivo es incorporar alimentos que tengan un efecto antiinflamatorio para ayudar a nuestro cuerpo a mitigar los efectos de la inflamación crónica de la EM.3,6
• Antioxidantes3
El estrés oxidativo es una consecuencia de los procesos metabólicos de las células y ocurre cuando hay un desequilibrio entre la producción de radicales libres y la capacidad del cuerpo para neutralizarlos.6 Se le dice “antioxidantes” a los compuestos que ayudan a mitigar el daño de los radicales libres.
Uno de los mejores antioxidantes que produce nuestro cuerpo naturalmente es la melatonina, la hormona reguladora del reloj biológico.3 Se puede consumir melatonina exógena de salmón, huevos, leche, semillas, almendras, nueces y productos derivados de la soja.3
Otra importante fuente alimentaria de antioxidantes son las frutas y verduras.3 Frutas como arándanos, frambuesas, manzanas, ciruelas y los cítricos son ricas en antioxidantes como la vitamina C y los polifenoles. Dentro de las verduras, priorizar las verduras de hojas verdes (espinaca, acelga), brócoli y tomates.
• Vitamina D3
La Vitamina D es muy importante para el manejo del calcio en los huesos, pero también juega un rol crucial en el manejo del sistema inmunológico y en la disminución del estrés oxidativo.3 Los estudios demostraron que niveles bajos de Vitamina D se relacionan con un riesgo elevado de desarrollar esclerosis múltiple y con mayor riesgo de recaídas.3
Se pueden utilizar suplementos de Vitamina D, por sus efectos antiinflamatorios e inmunomoduladores, para disminuir el riesgo de EM y para enlentecer la progresión de la enfermedad.3
• Omega-3
Los ácidos grasos omega-3 son conocido “grasas saludables” ya que son antioxidantes y se asocian a una disminución en la neurodegeneración de la EM, disminución del estado proinflamatorio y, como resultado, incrementan la calidad de vida de los pacientes con EM al reducir la frecuencia de recaídas.3
Se pueden obtener ácidos grados omega-3 principalmente de pescados (atún, truchas, sardinas, salmón). Otras fuentes de omega-3 son las nueces y las semillas de lino y chía.3
¿Qué alimentos debo tratar de evitar?
Se recomienda tratar de evitar estos “alimentos proinflamatorios”:
Alimentos ricos en grasas saturadas y grasas trans.3,6
Aceites vegetales, ricos en grasas trans.3,6
Alta ingesta de calorías.3,6
Dietas ricas en carbohidratos particularmente snacks y caramelos.3,6
Consumo de bebidas azucaradas.3,6
Consumo de alimentos ultra procesados.3,6
Algunas carnes rojas procesadas.6
Cereales y granos refinados.3,6
Microbiota saludable
Cuando decimos que “tenemos un segundo cerebro en el tubo digestivo” nos estamos refiriendo a la microbiota, también conocida como flora intestinal.3 Consiste en una comunidad de microorganismos, incluyendo virus, bacterias, hongos, etc., que residen en nuestro tubo digestivo en simbiosis con nuestro cuerpo.3
La flora intestinal ayuda en funciones del tubo digestivo como la digestión de alimentos (especialmente carbohidratos), ayudan en la absorción de nutrientes y vitaminas.3 Pero también tienen funciones que van más allá del tubo digestivo, como el mantenimiento y regulación del sistema inmunológico y funciones directamente relacionadas con cerebro, como la producción de neurotransmisores y la barrera inmunológica del cerebro.3
Por esto es tan importante generar y mantener una microbiota saludable desde la infancia, y se logra a través de una dieta variada y saludable, rica en alimentos antiinflamatorios, con adecuado aporte de calorías.3
Nuestros hábitos dietarios influyen directamente en la flora intestinal, que, a su vez, afecta directamente a nuestro organismo.3 Cuando ingerimos alimentos que alteran nuestra flora intestinal, se produce la disbiosis, es decir, se reemplaza nuestra flora normal por bacterias y microorganismos que favorecen la inflamación y terminan dañando la barrera inmunológica del cerebro, permitiendo que se desarrollen patologías autoinmunes del cerebro y médula espinal, como la esclerosis múltiple.3
Se recomienda evitar dietas ricas en grasas saturadas, grasas trans y azúcar refinado, ya que pueden alterar la microbiota.3
Ejemplo: Dieta Mediterránea3
Cambiar un hábito no es una tarea sencilla, pero una dieta variada y saludable puede aportar muchos beneficios y ayudar a manejar los síntomas de la EM y enlentecer el progreso de la enfermedad.3
Consiste en una dieta rica aceite de oliva, frutas, verduras, cereales integrales, proteínas magras de pescados y mariscos, productos lácteos y una baja ingesta de carnes rojas.3
La dieta Mediterránea reduce los factores proinflamatorios, ayuda a disminuir los factores de riesgo cardiovasculares y regula la flora intestinal de forma positiva. Se asocia con un riesgo reducido de desarrollar EM.3
Al acercarnos al final de nuestra exploración sobre cómo la alimentación influye en la esclerosis múltiple, es esencial recordar que cada cambio que consideres incorporar en tu dieta debe ser conversado y supervisado por tu médico. Personalizar tu alimentación puede tener un impacto significativo en la gestión de tus síntomas y en la calidad de vida diaria.3 Al adoptar hábitos alimenticios que promueven la reducción de la inflamación y el fortalecimiento del sistema inmunitario, podrías mejorar los síntomas y ayudar a enlentecer la progresión de la enfermedad.3
Integrar alimentos ricos en antioxidantes, omega-3 y vitaminas, especialmente aquellas con propiedades antiinflamatorias, puede ser un paso positivo en el manejo de la esclerosis múltiple.3 Sin embargo, cada persona es única y la respuesta al cambio de dieta puede variar. Por lo tanto, es crucial que cualquier ajuste en tu régimen alimenticio sea en conjunto con tus profesional es de la salud. Este enfoque no solo asegura que tus elecciones dietéticas sean seguras y efectivas, sino que también te ayuda a adaptar mejor estas recomendaciones a tu situación personal. Juntos, vos y tu equipo médico pueden trazar un camino que no solo esté orientado a tratar la EM, sino también a mejorar tu bienestar general.
Aunque una dieta rica en frutas, verduras y baja en grasas no reemplaza los tratamientos modificadores de la enfermedad (DMTs) para la esclerosis múltiple (EM), puede complementar eficazmente su manejo. La evidencia sugiere que la nutrición influye en la patogénesis y evolución de la EM, afectando la microbiota intestinal, la actividad enzimática y los factores de riesgo cardiovascular. Actualmente, no hay recomendaciones específicas para un plan dietético en pacientes con EM, pero estudios clínicos y experimentales indican que una dieta equilibrada, junto con un estilo de vida saludable, mejora diversos parámetros clínicos y la calidad de vida de los pacientes.3
Dra. Magdalena Angaut
Médica (M.N. 189.632)
Referencias:
1. Tafti D, Ehsan M, Xixis KL. Multiple Sclerosis. 2024 Mar 20. In: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2024 Jan–. PMID: 29763024. www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK499849
2. Motl, R. W., Sandroff, B. M., Kwakkel, G., Dalgas, U., Feinstein, A., Heesen, C., Feys, P., & Thompson, A. J. (2017). Exercise in patients with multiple sclerosis. The Lancet. Neurology, 16(10), 848–856. doi.org/10.1016/S1474-4422(17)30281-8
3. Stoiloudis, P., Kesidou, E., Bakirtzis, C., Sintila, S. A., Konstantinidou, N., Boziki, M., & Grigoriadis, N. (2022). The Role of Diet and Interventions on Multiple Sclerosis: A Review. Nutrients, 14(6), 1150. doi.org/10.3390/nu14061150
4. Learmonth, Y. C., & Motl, R. W. (2021). Exercise Training for Multiple Sclerosis: A Narrative Review of History, Benefits, Safety, Guidelines, and Promotion. International journal of environmental research and public health, 18(24), 13245. doi.org/10.3390/ijerph182413245
5. Hatami, A., Ahmadi-Khorram, M., Keykhaei, F., Esfehani, A. J., & Nematy, M. (2024). Association Between the Risk of Multiple Sclerosis and Dietary Proinflammatory/Anti-Inflammatory Food Intake and Dietary Diversity: A Case-Control Study. Clinical nutrition research, 13(1), 61–73. www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC10866681
6. Lee, D. H., Gold, R., & Linker, R. A. (2012). Mechanisms of oxidative damage in multiple sclerosis and neurodegenerative diseases: therapeutic modulation via fumaric acid esters. International journal of molecular sciences, 13(9), 11783–11803. doi.org/10.3390/ijms130911783